la historia jamas contada

inspirense por esto.


El oficio de un cocinero, creativo para algunos, e incluso arte para otros, implica grandes dosis de destrucción. Una cocina es un refinado arsenal de armas letales: cuchillos, raspadores, sopletes, machetes, punzones, y robots que muelen, licúan y destrozan lo que se les ponga en su mortífero estómago a más de diez mil revoluciones por minuto. Cuando en las películas de terror aparece el malo, la víctima no huye hacia uno de esos cobertizos llenos de herramientas, sino a la cocina, sabiendo que es allí donde encontrará utensilios más que suficientes para acabar con cualquiera.
Por no hablar del muestrario de trozos de animales y plantas antaño vivos, cadáveres mutilados también pueblan las cocinas, junto a las armas que los han despedazado, o que pronto lo harán. La destrucción (ahora llamada también deconstrucción) es la base de lo que nos alimenta y nos hace crecer, pero para nosotros, eso es algo creativo. Y realmente lo es, no es posible la creación sin una consciente y premeditada destrucción.
Al igual que un cocinero, un narrador debe saber que necesita unas buenas armas que deconstruyan algo para crear otro algo, y sobre todo, que necesita un objeto de deconstrucción, una vida que, de una manera más o menos metafórica, sacrificar.
Cuando un cocinero quiere cocinar el plato jamás cocinado jamás cocinado, sabe que dispone de una morgue de lo más variada: pollos, cerdos, corderos, vacas, incluso congrios. Pero cuando un contador de historias realmente desea contar la historia jamás contada jamás contada debe tener muy en cuenta que en la cocina del narrador no hay animales ni plantas que cortar, moler o freir, y que es muy probable que el único objeto de deconstrucción posible… sea él mismo…
…Y eso hace que quizá no merezca la pena contar esa historia…
O sí.


Comentarios

Entradas populares